Llegó puntual, algo normal en él. Sabía que ni A. ni S. iban a llegar a su hora porque andaban de cierre. "Me tendré que echar amigos que no sean periodistas", se dijo mientras entraba en el último local que había descubierto, especializado en mostazas.
"Cerveza, Coca Cola, Cerveza, Coca Cola", pensaba mientras el camarero heavorro se acercaba para preguntarle. "Cerveza", contestó, para luego cambiar cambiar a "Coca Cola", tras un razonamiento que le llevó a pensar que así podía estar despierto unas cuantas horas más y arrancarle unas hojas de lectura a la última novela "rara" que había caído en sus manos.
En la mesa de enfrente, dos jóvenes mujeres compartían un perrito caliente, especialidad de la casa, como excusa para usar las mostazas. Observó que una tercera persona estaba ausente, ya que una ensalada esperaba ser comida, y una bolsa descansaba sobre el asiento.
Se intercambió alguna mirada con la que le parecía más guapa. Le sonaba la cara, pero, algo frecuente en él, no la ubicaba.
Mientras cogía su cámara para hacer alguna foto y matar el tiempo hasta que llegaran sus dos amigos - se iba haciendo a la idea de que A. iba a defender la posición aguerrida de la Derecha sobre el estatuto de turno, mientras la S. iba a convertirse en fiel escudero de la Izquierda y que a él le tocaría mediar sacando un tercer tema para no aliarse ni con S. ni con A. -, el móvil de la chica - la que le parecía más guapa - comenzó a vibrar sobre la mesa.
Contestó en inglés - solo pudo entender un push the door - y oyó a su amiga un "no puede salir del cuarto de baño", salió escopetada hacia los servicios.
"Vaya, la amiga se ha quedado encerrada en los baños", se dijo, "ahora puedo levantarme y hacer el héroe, rescatarla y todo eso", pensó mientras pasaba las fotos de su cámara digital.
"Mejor quédate sentado, que luego haces le ridículo", mientras desfilaba enfrente suya el camarero, a la que la chica había corrido a avisar.
- Necesito un cuchillo - le dijo el camarero a una compañera suya - un cuchillo muy fino para poder mover la hoja.
"Esa es mi especialidad", se animó pensando en las veces que había rescatado a su hermana del cuarto de baño del apartamento de la playa. Se levantó decidido, con su chaqueta y su cámara de fotos - en esa zona había bandadas de niños que entraban y arrasaban con todo - y fue hasta el estrecho pasillo donde camarero y chica se enfrentaban a una tozuda cerradura.
- ¿Os puedo ayudar? - preguntó con tono firme, tan sobrado que se había sorprendido a si mismo.
- Pues inténtalo tú, que a mi la cabrona se me resiste - dijo el camarero mientras una gota de sudor caía por su frente.
Mientras introducía la hoja del cuchillo en lo que quedaba visible de la cerradura, la miraba a ella para que le dijera a su amiga que girara el pomo.
- Dile que gire a la derecha, a la izquierda - mientras ella traducía en un fluido inglés.
- Nada, no gira, le hace falta algo de aceite - le dijo al camarero, que acto seguido abandonó el lugar en búsqueda de la aceitera con la que, tal vez, tenía que se aliñaba la ensalada de la amiga de esa hermosa chica que le resultaba algo familiar. Afortunadamente fue ella quien se le adelantó:
- Tu cara me suena mucho- le dijo ella.
Tenía que pensar qué respuesta dar, porque tenía el mismo problema, pero le extrañaba no acordarse de una chica así. "Joder, yo de una tía así siempre me acordaría".
- Pues no sé - dijo, pero se dio cuenta de que esa no era la mejor respuesta - a mi también me suenas mucho - rectificó.
- ¿Vives por el barrio? -le pregunta ella, buscando una posibilidad, a sabiendas que ya lo había ubicado, y que no quería darle la solución.
- Si, bueno cerca, ¿y tú?
Llegaron a la conclusión de que se habían visto por las calles del barrio, ya que sus calles sin estar cerca, no estaba lejos.
- Será eso, nos hemos visto alguna vez por estas calles - le dijo, satisfecho, pero con una extraña sensación de volver a encontrársela y ser consciente de su mirada, tal vez saludarla, y poder pedirle el teléfono, como premio por haber sacado a su amiga del estrecho cuarto de baño.
El decidió dar el paso y presentarse - "soy M." - "yo me llamo E.", y se dieron los dos besos en las mejillas de rigor, con el tiempo suficiente para oler la fresca colonia que ella llevaba.
El aceite - de oliva virgen extra - llegó de las manos del heavorro y fue aplicado en abundancia sobre el desmontado pomo.
De nuevo, derecha, izquierda, right, left and push the door, stop. La puerta se abrió, pero la amiga había desaparecido, pensó él, al aparecer un chico alto, metro sexual, bien parecido, pero calco e imitación de un futbolista británico cuya mujer se quejaba de que España olía siempre a fritanga.
No había amiga, sino novio. Y no se sintió héroe griego y menos de celuloide que consigue a la chica. "Ayudar a la gente está muy bien, no hace falta recompensa", se dijo oyendo la voz de su madre, como único consuelo.
Los agradecimientos venían de ella, ante lo que el guiri sólo era capaz de asentir con la cabeza y arrastrar un tímido thanks.
- I'm M. - le dijo presentándose - Nice to save you - dijo esperando que eso tuviera algún sentido real en inglés.
Se dieron las manos, en el instante que se dio cuenta de que era probable de que el guiri no se hubiera lavado las manos después de haber hecho uso del inodoro, cosa común entre sus congéneres.
Después de lavarse las manos "por si acaso", se sentó de nuevo en su mesa, al instante que llegó, tras cerca de una hora de retraso, S.
Tras los saludos y los "me cago en mis jefes, ¡qué puteado me tienen!", ella, E., se acercó hasta la mesa.
- Nos gustaría invitarte a algo, una cerveza, coca cola o lo que quieras - le dijo con una voz extremadamente dulce.
- No gracias, te lo agradezco mucho, pero me queda mucha Coca Cola - acuosa, ya que los hielos se habían derretido mientras salvaba a la amiga primero, y al novio después y definitivo, de la chica más dulce que no había sido consciente de haber visto por las calles de su barrio.
Ella sonrió, insistió y volvió a dar las gracias por haber salvado al metrosexual Príncipe Azul.
- ¿Por qué te quiere invitar esta tía? - dijo - ¡Es guapísima!
- Bueno, digamos que por ser un héroe de pacotilla.
(¿Continuará? ¿Qui lo sá?)