Venía yo paseando por Madrid, tras hacer la primera visita obligada a las jornadas de mi reafirmación heterosexual (para otros es la fiesta del Orgullo Gay, y esta bien estas jornadas de convivencia, respeto y diversión), con el día ya vencido y la Castellana con sus terrazas al aire libre iluminada por las farolas. Respiraba la ciudad un aire de tranquilidad. Me acompañaba el Padrino, en libro, un préstamo de Rosa con pronta devolución.
Llegué a la cera de la Embajada Alemana (he escrito Alemana, y un resorte se ha disparado en mi cuerpo que me ha llevado a poner la 5º sinfonía de ese genio llamado Ludwing Von Beethoven), donde un cartel grande decía algo así : “Alemania da la bienvenida a España al Mundial de Fútbol.” ¿Recochineo germánico tras nuestra derrota contra los gabachos? Más bien sospeché que los germanos se habían olvidado de darle al botón de actualizar para que se leyera algo así como: “Otra vez será España. Seguid soñando.” Carne de blog, pensé.
Dos puertas más allá, aún pertenecientes al recinto con soberanía alemana, leí en un folio: “La Embajada Alemana hace saber que tanto el agua que riega su jardín como el de las aceras colindantes es extraída de un pozo que se encuentra en el interior del recinto, y por tanto no es surtida por el Canal de Isabel II.” Vale: el pozo se encuentra dentro del suelo de la embajada, y es por tanto alemán, ¿pero el agua no es española? ¡Qué lio! ¡Y a mi que más me da con que rieguen el agua los germánicos! Eso si, ellos son muy listos, y se han puesto el folio es por algo.
Hete aquí que sigo mi camino y llegó a un edificio que hasta hace nada era Caja Duero y ahora alberga las oficinas de una firma de abogados que no había oído hablar en mi vida de ellos. Dos plantas estaban iluminadas: curreles preparándole al jefe la comparecencia ante el juez. De frente me encuentro con el edificio de una megaconsultora de la muerte, con más plantas encendidas, signo de que hay curritos haciendo horas extras que la empresa factura al cliente, y de las que el trabajador no ve un duro. Los nuevos obreros, con el silencio de los sindicatos, por cierto.
Y sigo mi camino, enfilando Martinez Campos. Bonita estampa de parejas que caminan a estas horas agarrados de la mano, todos ellos con una felicidad desbordante. ¡Qué bonito es el amor visto desde fuera!
En Ruben Dario otra estampa que me deja perplejo. Dos chicos, dignos del título de niño de papa, fuman lo que parece ser un porro. No me sorprende tanto como ver a la dulce y bella de 20 años, con sus cabellos de oro, que se está metiendo una raya. La Princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa, por la tocha se mete una raya de coca? (con permiso de Ruben Dario).
Dos puertas más allá, aún pertenecientes al recinto con soberanía alemana, leí en un folio: “La Embajada Alemana hace saber que tanto el agua que riega su jardín como el de las aceras colindantes es extraída de un pozo que se encuentra en el interior del recinto, y por tanto no es surtida por el Canal de Isabel II.” Vale: el pozo se encuentra dentro del suelo de la embajada, y es por tanto alemán, ¿pero el agua no es española? ¡Qué lio! ¡Y a mi que más me da con que rieguen el agua los germánicos! Eso si, ellos son muy listos, y se han puesto el folio es por algo.
Hete aquí que sigo mi camino y llegó a un edificio que hasta hace nada era Caja Duero y ahora alberga las oficinas de una firma de abogados que no había oído hablar en mi vida de ellos. Dos plantas estaban iluminadas: curreles preparándole al jefe la comparecencia ante el juez. De frente me encuentro con el edificio de una megaconsultora de la muerte, con más plantas encendidas, signo de que hay curritos haciendo horas extras que la empresa factura al cliente, y de las que el trabajador no ve un duro. Los nuevos obreros, con el silencio de los sindicatos, por cierto.
Y sigo mi camino, enfilando Martinez Campos. Bonita estampa de parejas que caminan a estas horas agarrados de la mano, todos ellos con una felicidad desbordante. ¡Qué bonito es el amor visto desde fuera!
En Ruben Dario otra estampa que me deja perplejo. Dos chicos, dignos del título de niño de papa, fuman lo que parece ser un porro. No me sorprende tanto como ver a la dulce y bella de 20 años, con sus cabellos de oro, que se está metiendo una raya. La Princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa, por la tocha se mete una raya de coca? (con permiso de Ruben Dario).
Me viene a la cabeza la imagen que he visto en Madrid Directo: un chico, bien vestido, que le faltaba un brazo, caminaba por la autopista camino de las Barranquillas, el macromercado de la droga. El periodista-reportero, ataviado con un chaleco reflectante porque estaba en el mismísimo arcén (periodismo arriesgado), le para y le pregunta que si va a las Barraquillas; el chico le contesta que sí, que va buscando unas rayas de coca, porque él no se pincha. El chico tenía una estampa apacible, tranquila, alejado del estereotipo que todos tenemos en la cabeza de lo que es un drogadicto vencido por y en las Barranquillas. Termina confesando que lleva 3 años sin meterse nada, pero que ya no puede más. El periodista, buscando ser el prota, le intenta convencer de que no lo haga. Lo peor es que no deja de grabar, ni siquiera cuando el hombre, cansado de la monserga del periodista, se va con un ahí te quedas déjenme en paz que quiero mi coca.
Patético, pero la coca parece ya el caramelo del colegio; me da pena, mucha pena. Esa bella de 20 años que prácticamente ha pasado del polvo de leche, al polvo de la coca. Ese chico que ha llenado con 5 minutos un programa de televisión. Que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo, pero que no se pierda la vida en el camino.
Llego a la puerta del que un día fue el Restaurante California y veo como un mendigo ha montado su refugio allí. Me acuerdo del post de Rosa, y me entra la misma frustración. Seguramente este no ha podido elegir tanto como la bella de 20 años con sus cabellos de oros al que le queda Papa o el de sus amigos para seguir dándole polvo blanco hasta que ya no sea ni joven ni bella, sino presa de su miseria. ¡Despertad! ¡Eso no es vida! Venga, a leer un poquito, esa rayita chunga, de Arturo Pérez Reverte , haber si entráis en razón de una puta vez.
Llego a la puerta del que un día fue el Restaurante California y veo como un mendigo ha montado su refugio allí. Me acuerdo del post de Rosa, y me entra la misma frustración. Seguramente este no ha podido elegir tanto como la bella de 20 años con sus cabellos de oros al que le queda Papa o el de sus amigos para seguir dándole polvo blanco hasta que ya no sea ni joven ni bella, sino presa de su miseria. ¡Despertad! ¡Eso no es vida! Venga, a leer un poquito, esa rayita chunga, de Arturo Pérez Reverte , haber si entráis en razón de una puta vez.
Llego a mi casa, que hoy huele especialmente a limpio. Abro las ventanas para que entre un poco del aire de Madrid. Me llevo las manos a los bolsillos para vaciarlos sobre la mesilla; me encuentro con un condón “extrafuerte” que repartían por Chueca. Le acompaña un panfleto con un poema de Luis Cernuda, titulado CONTIGO,
¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
Para mi estan adonde
No estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida
¿qué es si no eres tu?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
Para mi estan adonde
No estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi vida
¿qué es si no eres tu?
Termina Beethoven, termina el post. Buenas noches.