Acabo de volver de un fin de semana en Barcelona. Esta es la segunda vez que voy a Cataluña, y la verdad es que no he tenido mucho tiempo para patearme la ciudad. Tengo que reservarme una semana, ahorrar algo de dinero e ir para allá.
No entiendo la catalanofobia de muchas personas; a mí, al contrario, me caen muy bien los catalanes. Los percibo como gente muy agradable, muy educada, poco efusiva y bastante pragmática. La efusión gratuita me parece falsa; y el pragmatismo siempre me convence. Además, son buenos muy buenos anfintriones.
Intento buscar en ellos aquello que los catalanofóbicos les acusan; no me he encontrado con nadie que me haya dejado de indicar una calle por preguntarle dónde está la calle en español, y al responderme en catalán, que quieren que les diga, me entero. Pero también me entero cuando suena la megafonía, o escucha la radio misma. No me han demostrado tampoco ninguna señal de esa tacañería. Por el contrario, me parece que tienen un buen gusto, y que el diseño está en todas partes, y eso cuesta dinero. Barcelona es una ciudad preciosa, en la cual te apetece quedarte. Incluso te invita a ser artista bohemio, sin atisbo de náuticos ni pantalones de pinza, nuestro uniforme madrileño, según Paco.
Fue un fin de semana donde conocí a Paco, que vive alli; en el Museo Picasso charlé largo y tendido con Alex, un barcelonés que trabaja en el CIDOB, al que le voy a animar a hacerse un blog; y ya conocía a otra bloguera, que hoy además cumplía años, a la cual no tuve ni tiempo de llamar. Que quieren que las diga, esta muestra y la corta experiencia me hace rechazar la catalanofobia. Me caen bien los catalanes.
No entiendo la catalanofobia de muchas personas; a mí, al contrario, me caen muy bien los catalanes. Los percibo como gente muy agradable, muy educada, poco efusiva y bastante pragmática. La efusión gratuita me parece falsa; y el pragmatismo siempre me convence. Además, son buenos muy buenos anfintriones.
Intento buscar en ellos aquello que los catalanofóbicos les acusan; no me he encontrado con nadie que me haya dejado de indicar una calle por preguntarle dónde está la calle en español, y al responderme en catalán, que quieren que les diga, me entero. Pero también me entero cuando suena la megafonía, o escucha la radio misma. No me han demostrado tampoco ninguna señal de esa tacañería. Por el contrario, me parece que tienen un buen gusto, y que el diseño está en todas partes, y eso cuesta dinero. Barcelona es una ciudad preciosa, en la cual te apetece quedarte. Incluso te invita a ser artista bohemio, sin atisbo de náuticos ni pantalones de pinza, nuestro uniforme madrileño, según Paco.
Fue un fin de semana donde conocí a Paco, que vive alli; en el Museo Picasso charlé largo y tendido con Alex, un barcelonés que trabaja en el CIDOB, al que le voy a animar a hacerse un blog; y ya conocía a otra bloguera, que hoy además cumplía años, a la cual no tuve ni tiempo de llamar. Que quieren que las diga, esta muestra y la corta experiencia me hace rechazar la catalanofobia. Me caen bien los catalanes.
PS: no funciona nada...el ordenador esta turuntela...el gmail no funciona...lo reedito mañana con fotos y un enlace de Alfanhui