Acabo de descubrir por mi hermana el vídeo en el que Audrey Tauto [léase Tutu] se lía con Travis Davenport. Son guapos y se conquistan nada más y nada menos que en el Orient Express.
[Pulsa aquí para ver el vídeo, ya que los vídeos de Youtube me descojonan el blog y no tengo tiempo para verle las tripas...]
Los trenes de antes tenían eso: daba tiempo a oler un perfume e intentar conquistar a la chica que se acicaló con el caro perfume al menos el cuello. Ahora la alta velocidad en las vías férreas y los aviones le han quitado a los viajes de un sitio a otro ese romanticismo.
Puajj...mentira podrida. Es romanticismo, sí; pero sobre todo son nuestras ganas de encontrarnos con la Tauto de turno o el Davenport repeinado o despeinado. Yo he viajado en trenes más de seis horas, y lo único que quieres es llegar a destino cuanto antes. Puedo cambiar de idea si hubiera unos compartimentos mejores y un grado más alto de lujo. Pero sinceramente, viajar de Madrid a Algeciras, por ejemplo, de noche, con gente roncando al lado, y en una cosa más parecida a una cafetera que a un tren, no le da ni un ápice de emoción ni romanticismo, por mucho que le eches Chanel a todo quisqui.
Así que soy partidario de trenes de Alta Velocidad, que te llevan pronto, y de compañeros/as de compartimento, que no hace falta que se rieguen con Chanel Número 5, sino que me conformo con el uso del desodorante. Para romanticismo vídeos sensacionales como este.
Solo me queda apuntar una cosa: me siento casi desnudo sino me hecho colonia, perfume, antes de salir de casa. Un día, mis queridos 14 lectores, os relataré mis preferencias olfativas.