lunes, 1 de mayo de 2006

Eres el arte hecho mujer...

No había bebido. Hoy le tocaba a él llevar el coche. Sus amigos iban ya más que contentos. “A ver como gobierno yo a estos cuatro salvajes”. Cada vez que pasaba una mujer, soltaban entre ellos algún comentario. Todos estaba trabajando, en curritos distintos, los primeros para abrirse paso. Aún seguían quedando al ritmo de la facultad, pero sin el estrés de Derecho Mercantil, ni el miedo a tener que volver a verle el careto a don Jorge Lopez Curbeló
Querían salir de caza. “Esto es patético, pero cada vez que lo hacemos lo pasamos genial”, pensó.
Local tras local, llegaron al Cliquot; saludo al puerta “¿Qué viene te veo? Hoy vienes fresco”. Le dio una palmada en la espalda: “hoy me toca devolver a la pandilla sana y salva”, dijo mientras señalaba a los cuatro que no paraban de mirar a la encargada del ropero, una impresionante morenaza, de tetas y lágrimas de silicona. “Que tengan cuidado que hoy viene de mala ostia”, le advirtió el puerta, “lo ha dejado con su novio y no hay quien la aguante. Como se acerquen les muerde, y yo no les separo”.
La tentación de una copa se disipó al pensar en la vuelta a casa por la curvas de la carretera. Se acordó de un amigo, de la rabia de los cristales rotos y el coche destrozado, como tantas vidas solo noticia en números de telediarios.
Dejó a sus amigos en una mesa alta, cercana a la barra, mientras bebían sus rones isleños. Tenía ganas de mear; “si es que el agua es mala; ¡si lo que hace en los caminos, que va a hacer en mi cuerpo!” Se rió de si mismo porque sabía que así no era el dicho.
El paso de la oscuridad de las luces centellantes a la luz del meódromo, abría otra realidad. Como siempre, larga cola en las mujeres, vía libre en los hombres. “Solo en esto somos más productivos”, frase que siempre se repetía ante la misma escena. Abriéndose paso entre las vejigas llenas, vio como ella salía del cuarto de baño. Suspiró fuerte, y dio gracias al cielo de no tener a sus cuatro salvajes al lado. Rubia, pelo largo cortado en capas “como se hacen ahora las chicas”, le contaría luego a un amigo al describirla. Un cuerpo impresionante, pero eso no era lo importante, porque lo supeditaba todo a unos enormes ojos verdes, quizá azules verdosos. Sin pensarlo le dijo: “eres el arte hecho mujer”. Sus ojos le miraron, se clavaron en los suyos. Pensó que había sido grosero, muy grosero, que se había comportado como uno de los cuatro de su cuadrilla, como se hubiera comportado él con unas copas en el estómago; pero había sido sincero. Sus temores se disiparon cuando ella, sonrió, con la sonrisa más dulce que al jamás le habían dedicado, y tras escuchar un candido y dulce “gracias...”

3 comentarios:

Covadonga del Peso dijo...

Un piropo bonito siempre es de agradecer. Sube el ego y te hace sonreír. A aquella chica se la hizo feliz por un momento, no era para menos con tal frase...
¡Un saludo!

Moeh Atitar de la Fuente dijo...

...Y eso que no has visto al pedazo de tio que se lo dijo...cuando me lo contó, como me lo contó, no podía hacer otra cosa que escribir esta pequeña historia...

Anónimo dijo...

Bueno, a mi una vez un calvo cincuentón me dijo: si te pillo con 18, te meto un revolcón... a lo que le contesté, cállate, o te meto una ostia que te crece el pelo en un cuarto de hora. Jajja, eso son piropos y lo demás son bobadas!!!!
En serio, Moeh, me quito el sombrero. Eres la leche.