martes, 25 de octubre de 2005

NYC: Dia 6


La ONU necesita una buena reforma: ir a la ONU es como ir a un lugar donde uno siempre ha deseado estar. Si tu vocación es la de periodista, seguro que has soñado alguna en te mandan de corresponsal a la ONU para tratar con los diplomáticos, ponerles en aprietos con preguntas sagaces y esperar una respuesta común, nada original y poco comprometedora. Si tu vocación es la de salvar el mundo, crees en el orden internacional, en representar a tu país, quieres lucir tu palmito en cocktails y recepciones y terminar contestando preguntas nada originales y poco comprometidas, tu sitio está también en la ONU, pero de diplomático. Soñar es gratis.
La ONU está de cumpleaños. Sesenta años cumple esta institución esbozada en un buque de guerra estadounidense anclado, si mal no recuerdo, en frente de Argentina, donde Churchill y Roosvelt (pedazos de políticos) hablaron de crear una organización internacional para garantizar la paz. Luego vinieron las conferencias de Moscú (1943) y la de San Francisco (abril-junio de 1945) que concluye con la Carta de las Naciones Unidas.
Hoy la ONU está acomplejada con sus arrugas, sus defectos, sus imprecisiones. Como un actor del starsystem venido a menos, cree que con plancharse las arrugas está todo solucionado, cuando en verdad el actor tiene que reciclarse, ir de nuevo a una escuela de interpretación, y remachar su trabajo. Eso es lo que tiene que hacer la ONU. No sé cómo, pero sé que es necesario. Necesario para todos.
La ONU debería de empezar a renovarse rehabilitando su sede central (aquí los yanquis lo llaman Cuartel General, que suena mejor); durante mi visita por este paraíso de las relaciones internacionales, los vetos, los embargos y los procesos de paz, noté que las instalaciones estaban arcaicas, ancladas en la década de los cincuenta. Éste edificio necesitaría cambiar de mobiliario: no es normal que la zona destinada a invitados en el Consejo de Seguridad estén con sillas que datan de la época de la crisis de los mísiles de Cuba. Tampoco es normal que la Asamblea General tenga el mismo mobiliario que cuando el embajador ruso se quitara el zapato para golpear con ella la mesa en señal de protesta ante la votación de la crisis de Corea. Es más, en toda la visita no se ve ni un solo ordenador. Eso sí, limpio está. Como una patena.
La visita es un poco timo: una simpatica y bajita china te cuenta lo que ya sabes. Tampoco te impresiona las salas, puesto que cuando las ves en la pantalla de tu casa se ve más grande (A modo de nota a pie de página: ¡Qué casualidad! Me pasó lo mismo en el Congreso de los Diputados. ¿Será que el poder siempre quiere aparentar ser más grande de lo que realmente es?) Aunque eso de estar en un lugar donde se ha fraguado gran parte de la historia del siglo XX tiene su punto fetiche. Podré decir yo he estado allí.
Los Rockefeler han hecho mucho por la cultura en éste país, quizá por altruísmo, quizá para limpiar sus conciencias, seguro que para desgrabar impuestos. Sin en la NYPL tenían múltiples mármoles recordando sus donativos, aquí, en la ONU, se le reconoce haber pagado los terrenos donde está construida.
No dejó de parecerme curioso que aquí los policías sean de la ONU, tengan un servicio postal propio y hasta un cajero automático del banco de la ONU (otra nota para el pie: si alguien ha visto la película "la intérprete", todo esto le sonará). “Están ustedes en territorio internacional. Si cometen un delito aquí dentro, no serían juzgados de acuerdo a las leyes estadounidenses, sino de acuerdo con las leyes internacionales” dice riéndose la guía turística. Pienso en cometer algún delito, leve, para que me manden a la Haya que aún no la conozco. Así me podría salir el viaje gratis. Pero entre que aún me queda mucho por conocer de NYC, y que no me apetece que me toque en la celda al lado de Milosevic, decido salir de la ONU y tomar un taxi camino de Central Park.
De Central Park a los Dakota: Tras la frustración de la ONU, necesito reconfortarme, y decido ir al Museo Histórico de Nueva York atravesando Central Park.
Este parque jamás te desilusiona. Aparte de descubrir la pista de hielo que patrocina aquí el amigo Donald Trump, me encuentro con el puente más conocido de todo el parque. Es un momento de ensueño que he intentado inmortalizar (foto).
Los nueyorkinos están comiendo, tomando el sol en tanga (me pareció fuera de lugar hacerle una foto a un tipo en tanga, pero créanme que así era) disfrutando de su parque. No voy a ser uno menos y me tiro en medio del césped, ese que sale en todas las películas, con el resultado de una siesta de 20 minutos en Central Park. Otro momento fetiche.
Camino del museo histórico de Nueva York, paso por delante de los Dakota, edificio donde vivía John Lennon y a cuyas puertas fue asesinado. Hay mucha gente haciendo fotos. El conserje-portero, custodia la puerta para que nadie la sobrepase. Este edificio sigue siendo uno de los más exclusivos de NY. Se dice que Madona intentó comprar un piso, pero que la comunidad de vecinos se negó. Por lo visto, en algunos edificios, la comunidad puede vetar a nuevos vecinos.
Terminó por hoy diciendo que de las tres plantas del museo histórico de NY solo merece la pena la última, donde el Centro Henry Luce III para estudios americanos exhibe su colección de lienzos, muebles, armas, armaduras, vestidos, etc.
Una exposición sobre los esclavos de NY te recibe y despide en el museo. Nada del otro mundo. De nuevo, medio fraude. Menos mal que siempre nos quedará el Metropolitan.
Fotografías: FOTO1: Pistola de la Paz, del escultor Carl Fredrik Reutersward situada a la entrada de la ONU. FOTO2: El puente de Central Park. FOTO3: no es un montaje: esto es central park. Al fondo, las torres Times Warner, sede de la CNN

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