domingo, 12 de junio de 2005


SiN AmoR No HaY NaDa Posted by Hello CopyRight Rosa J.C
Chueca ofrece al transeunte ir de sorpresa en sorpresa, unas más agradables que otras. Esta foto es prueba de ello. Caminábamos hacia un restaurante mejicano, Rosa y yo, cuando vimos esta pintada que nos venía ni que pintada.
Sin amor, amigos, no hay nada. Amor por los tuyos, por los que te quieren, por los que están cerca, pero sobre todo lo más importante: amor a uno mismo. Al final somos el único compañero de viaje que nunca nos abandonamos. Ese serecillo que hay que cuidar porque está siempre allí. Amarse a sí mismo es una garantía, pero sin ese narcicismo estúpido que hace a la gente estar encantado de si mismo, sin querer superarse. Eso no nos ayuda a intentar buscar a otras personas que nos superen o complemente a nuestro serecillo querido, y que reciben el nombre de novias,amigos , compañeros...
El amor, señores, empieza por amarse a uno mismo...

miércoles, 8 de junio de 2005

Lección de amistad

Estaba tomando una café en Filo acompañado de una buena amiga, cuando un sms llegó al bolsillo de mi pantalón. Era uno de mis mejores amigos que vivía en Málaga, de esos que te sobran los dedos de las manos para contarlos, pidiéndome un favor para el miércoles (hoy). No daba más detalles.
Cuando terminé con el café y mi compañía se retiró, agarré el teléfono. “Me tienes que hacer un gran favor” me dijo con tono de esos que pone la gente para que no le puedas decir que no. “Te voy a mandar una foto a tu correo, la tienes que imprimir, meter en un sobre junto a dos euros y poner en el sobre ‘si tenéis tiempo para mí, lo tenéis para tomaros un café’” Yo no entendía nada; mi amigo siempre ha contado las historias por el final, con lo cual te cuesta enterarte. Todo cobró sentido cuando me contó la historia: sus dos mejores amigos, de la facultad andaban medio cabreados entre ellos. Los dos habían dejado la Costa del Sol para trasladarse a Madrid, y aquí apenas se veían. Mi amigo quería reconciliarlos; para ello había quedado a las 12h con los dos en el Oso y el Madroño, por separado. Yo era quien tenía que entregar el sobre que completaba el final, por el que mi amigo había empezado.
Me pareció una soberana estupidez sacada de cualquier peliculilla de esas que ponen en A3TV los sábados por la tarde; pero por un amigo merece la pena perder un rato.
Empecé a cambiar de parecer cuando vi la foto: eran sus dos amigos cantando mientras uno de ellos tocaba la guitarra. La foto iba acompañada de una frase de Cunnighan: “amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación”.
Me puse el disfraz de espía que va a entregar un sobre a su contacto. En pleno mes de junio, con un calor de aquí te espero, prescindí de la gabardina y solo usé las gafas de sol. Me encaminé al lugar del encuentro. Solo conocía a uno de ellos; los dos ya charlaban, y parecían preguntarse qué leches hacían allí los dos. Cuando me vieron aparecer no entendieron nada; menos cuando les entregué el sobre. “Esto si que no me lo esperaba”, me dijo el que me conocía. Yo, metido en mi papel de mensajero, me fui sin esperar a que lo abrieran. A unos diez metros de ellos me di la vuelta, y los dos estaban leyendo la foto, ya que merecía ser leída en lugar de se vista. Sonreían. Cogí el móvil y le mandé un sms a mi amigo: “Misión cumplida. Estas como una cabra, pero eres un muy buen amigo”.
Esto es amistad.

lunes, 6 de junio de 2005

Cuando la música clásica cobra sentido

Lo siento. He de disculparme porque me apasiona la música clásica. No alardeo de saber ni digo por allí que mis cds más preciados son las nueve sinfonías de Beethoven o “la muerte y la doncella” de Shubert.
La música clásica sirve, ya entrando en materia, cuando el resto de música no te llega ni te llena. Es entonces cuando una pieza es tuya. Tu construyes lo que sientes. No te tiene que llorar nadie sus penas, ni nadie te tiene que decir lo feliz que es. La música clásica es para aquellos que tienen sentimientos intensos de frustración, de amargura, de triunfo, de soledad... No estamos hablando de sentimientos sencillos, sino superlativos.
Una vez, una persona especial me dijo que lloró al sonido de un saxofón. Se encontraba mal, pero que el saxofón la llenó. No era una melodía clásica seguramente. Creo que huye de la clásica. Pero creo que sintió lo mismo que se puede sentir con un allegro ma non troppo. Hoy yo busco ese saxofón, quizá para llorar, tal vez para reír. Ni yo mismo lo sé.