Día III: En Bicicleta por Central Park. Un domingo genuinamente nueyorkino: desde que leí “NO LOGO”, de Naomi Klein, pensé que nunca iría a tomar un café a un Starbucks. Una vez, en Madrid, me propusieron tomar algo en el que hay en la calle Fuencarral. Me negué, claro está, y terminamos tomando ese algo en el Pepe Botella. Pues bien, en NY he tirado (mejor aplazado) mis principios, ya que he desayunado en un Starbucks situado en lo alto de un Barnes and Nobel, que es como la FNAC, pero a lo bestia. He de decir que no se desayuna mal, ya que el café lo puedes pedir expreso, el único café que un europeo puede considerar digno de ese nombre.
Tras comprar unos libros, revistas y los 10 suplementos del NYT, nos fuimos a una esquina de Circus Columbus, donde alquilan bicicletas. La chica que nos la alquilo era de Barcelona. Normalmente, cuando estas por el mundo y te encuentras a un español, como que te pones contento. Hay veces que esto no sucede. Esta fue una de ellas (sobre todo cuando nos acordamos de todo el árbol genealógico de su familia al salirse dos veces la cadena de una de las bicicletas).
Pasear, correr, patinar o montar en bicicleta por Central Park, es algo que hemos visto todos en las películas y series. Pero hay un lugar que nada más verlo lo reconoces: el estanque donde la gente alquila barcos teledirigidos y hace de regatista. Te viene a la cabeza una escena de una película donde el padre se desespera al ver el barco de su hijo barado en una orilla y su hijo que no aparece.
El fútbol (soccer para ellos), es un juego para ellas. Si te has pasado la vida escuchando que el fútbol es un juego de machos ibéricos vetado a las mujeres, deberías darte una vuelta por los campos de Central Park, donde los chavales juegan al rugby o al Baseball, mientras ellas le pegan patadas al esférico. Por cierto, menudas instalaciones deportivas tienen montadas en Central Park. Pero no todo es deporte en este parque de 341 hectáreas.
También hay lugar para la música, como un pobre solista poco agraciado o un grupo de jazz donde el trompetista tocaba dos de ellas a la vez. Aquí todos tienen un sentido del espectáculo, desde el camarero, al recepcionista de los apartamentos, pasando por el policía, hasta llegar a los chicos que dan volteretas por las calles. En Central Park nos encontramos a un grupo de personas negras que tenían montado su performance. Encima de bajar unas escaleras haciendo el pino, o dar tres mortales para atrás, estos te hacen reír. Son todo un espectáculo.
En este parque te da la sensación de que Nothing is imposible; la afición que quieras tener, la puedes desarrollar. Puedes ver a gente practicando sus deportes, bailando con patines con música puesta por la organización a un hombre de 120 años haciendo el pino sobre un banco, con un tacataca a su lado. Si tienes un hijo de pocos meses, no vas a dejar de correr o ir en bicicleta: le compras un megacarro o un sillín adaptado para la bicicleta y a correr.
De nuevo me sorprende una música maś que conocida para mí. El saxofonista de ayer, toca “Take five”, mi pieza preferida de jazz.
1 comentario:
por lo que cuentas debe ser muy entretenido Central Park, leyendote hasta me entran ganas de cruzar el "charco"...que lo sigais pasando bien..
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