Di un salto al otro lado del Estrecho para pasar un fin de semana en la Duquesa; de paso me bajé a Natalia y a sus padres. Era la primera vez que saltaban a éste lado del Estrecho. “Me lo estoy pasando muy bien, me fascina me encanta”, me dice Natalia desde una cama donde está reponiendo fuerzas mientras yo escribo, al son de la chica de ayer de Nacha Pop.
El verano de Tánger es un puro contraste; sorprendidos mis mdayfin (invitados) de que por aquí haya más mujeres descubiertas y vestidas a lo “occidental”. Esto es verano, y aquí hay influencias de todos lados.
Todo parece que está bien. Lo pasa uno en grande cuando enseña su ciudad a gente que se conforma con todo, que está encantada y que se amolda a todo. Un diez para los Solana & Aliende. Si no nos da tiempo a ver más, amenazan, afortunadamente, con volver; y como nunca se ve todo lo que uno quiere...
Sonidos: el primer día que desembarcas en Tánger estás tan cansado que no oyes la llamada a la oración cuando amanece. Pero el segundo día, el sonido disconforme de todas las mezquitas de Tánger te despierta; no es un sonido atronador, sino más bien relajante. Sabes que son alrededor de las cinco de la mañana, que quedan horas de sueño. Son cinco minutos, hasta que deja de sonar la llamada de la mezquita más retardada.
Está mañana, llamadas a la oración aparte, me ha despertado el “lejiyoooooooo” del vendedor ambulante de lejía artesanal; hay otros días que pasa el del pescado ofreciendo boquerones y sardinas dejando una estela incofundible "d´odeur a poisson" (expresión tomada de Nata); y no podría faltar la flauta del afilador de cuchillos.
Arcila: ayer tuvimos la suerte de estar en Arcila, un pueblo, convertido en ciudad, quizá el más limpio de Marruecos y con la gente más agradable.
Lo malo es que los turistas, que haberlos hay los, pero harían falta más, suben el precio de las cosas, porque con el estándar europeo todo parece barato.
Sin más por hoy, porque el tiempo en la ciudad del cielo protector apremia.
El verano de Tánger es un puro contraste; sorprendidos mis mdayfin (invitados) de que por aquí haya más mujeres descubiertas y vestidas a lo “occidental”. Esto es verano, y aquí hay influencias de todos lados.
Todo parece que está bien. Lo pasa uno en grande cuando enseña su ciudad a gente que se conforma con todo, que está encantada y que se amolda a todo. Un diez para los Solana & Aliende. Si no nos da tiempo a ver más, amenazan, afortunadamente, con volver; y como nunca se ve todo lo que uno quiere...
Sonidos: el primer día que desembarcas en Tánger estás tan cansado que no oyes la llamada a la oración cuando amanece. Pero el segundo día, el sonido disconforme de todas las mezquitas de Tánger te despierta; no es un sonido atronador, sino más bien relajante. Sabes que son alrededor de las cinco de la mañana, que quedan horas de sueño. Son cinco minutos, hasta que deja de sonar la llamada de la mezquita más retardada.
Está mañana, llamadas a la oración aparte, me ha despertado el “lejiyoooooooo” del vendedor ambulante de lejía artesanal; hay otros días que pasa el del pescado ofreciendo boquerones y sardinas dejando una estela incofundible "d´odeur a poisson" (expresión tomada de Nata); y no podría faltar la flauta del afilador de cuchillos.
Arcila: ayer tuvimos la suerte de estar en Arcila, un pueblo, convertido en ciudad, quizá el más limpio de Marruecos y con la gente más agradable.
Lo malo es que los turistas, que haberlos hay los, pero harían falta más, suben el precio de las cosas, porque con el estándar europeo todo parece barato.
Sin más por hoy, porque el tiempo en la ciudad del cielo protector apremia.
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