miércoles, 12 de diciembre de 2007

Otoño, tarde

Otoño


En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.

Otoño, Octavio Paz.

Llega tarde a Madrid, casi chocando con las heladas.

1 comentario:

En El Corazón del Bosque dijo...

Muy acertado poema para éste raro otoño madrileño sin lluvias ni viento, ni las hojas caídas que deberían ser...
Saludos