Había visto la versión cinematográfica, que poco tiene que ver con esta, salvo la situación: cuatro ejecutivos son reunidos en una sala para hacer la última entrevista cara a conseguir un puesto de alta dirección. Todos ellos bien vestidos, porque son altos ejecutivos. Nadie de Recursos Humanos se presenta; las pruebas les llegan a través de un buzón que da a la sala.
La obra es divertida, te ríes de las sitauciones, de las pruebas que les hacen. Pero, empatía, lo que es empatía con los personajes como que no. Exagerando las pruebas de selección, y llevándolas al extremo, nos olvidamos de las horas que uno puede pasar haciendo test sicodélicos más que psicotécnicos en los que te piden que en 30 segundos calcules la altura de la Torre de Picasso usando como referencia uno de tus pelos.
Tampoco transmite esa desesperación por lograr el trabajo, que si la tienen los que se enfrentan día a día con las entrevistas de trabajo, para promocionarse en la vida laboral, o, más frecuente todavía, para iniciarla.
Los actores están bien. Carlos Hipólito está, como siempre, muy bien, perfecto; Jorge Roelas, lo borda, pero su papel está en el registro al que nos tiene acostumbrados, desde que lo vimos en Médico de Familia; Eleazar Ortiz, forzando un poco la interpretación; y María Pujalte, actriz recordada por ser la secretaria en la serie Periodistas, sustituye a Cristina Marcos. Lo hace bien, salvo que en una o dos funciones más se hará del todo con el personaje.
Reitero: no logra por tanto, esa empatía tan presumida. Pero esto no es culpa de la obra, es tal vez culpa de un servidor.
Reflexión: de alguna manera hay que seleccionar a la gente para los puestos de trabajo, y estos sistemas, como la Democracia, es el menos malo de los que tenemos.
¿La recomendaría? Si, te ríes, pero no te hace reflexionar; esto lo conseguía más la película, más dramática y más real; se notaba que Mateo Gil estaba detrás del guión.
Para que no me hagan ni caso, ayer en el patio de butacas había otro blogger, al que no tengo el gusto de conocer, que opina todo lo contrario que yo. Si es que esto de los blogs es pluralidad, y lo demás es tontería.
La obra es divertida, te ríes de las sitauciones, de las pruebas que les hacen. Pero, empatía, lo que es empatía con los personajes como que no. Exagerando las pruebas de selección, y llevándolas al extremo, nos olvidamos de las horas que uno puede pasar haciendo test sicodélicos más que psicotécnicos en los que te piden que en 30 segundos calcules la altura de la Torre de Picasso usando como referencia uno de tus pelos.
Tampoco transmite esa desesperación por lograr el trabajo, que si la tienen los que se enfrentan día a día con las entrevistas de trabajo, para promocionarse en la vida laboral, o, más frecuente todavía, para iniciarla.
Los actores están bien. Carlos Hipólito está, como siempre, muy bien, perfecto; Jorge Roelas, lo borda, pero su papel está en el registro al que nos tiene acostumbrados, desde que lo vimos en Médico de Familia; Eleazar Ortiz, forzando un poco la interpretación; y María Pujalte, actriz recordada por ser la secretaria en la serie Periodistas, sustituye a Cristina Marcos. Lo hace bien, salvo que en una o dos funciones más se hará del todo con el personaje.
Reitero: no logra por tanto, esa empatía tan presumida. Pero esto no es culpa de la obra, es tal vez culpa de un servidor.
Reflexión: de alguna manera hay que seleccionar a la gente para los puestos de trabajo, y estos sistemas, como la Democracia, es el menos malo de los que tenemos.
¿La recomendaría? Si, te ríes, pero no te hace reflexionar; esto lo conseguía más la película, más dramática y más real; se notaba que Mateo Gil estaba detrás del guión.
Para que no me hagan ni caso, ayer en el patio de butacas había otro blogger, al que no tengo el gusto de conocer, que opina todo lo contrario que yo. Si es que esto de los blogs es pluralidad, y lo demás es tontería.
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