jueves, 20 de abril de 2006

Dos cortos mejor que una magdalena

Los buenos amigos se cuentan con una mano; últimamente tengo que pedir prestados varios dedos de la otra, pero hubo un tiempo en que para contar los de verdad me sobraban los de la izquierda (los amigos se cuenta primero con ésta mano).
De ese tiempo guardo un especial cariño de Tito y Samir (Sam, para los amigos); eramos un trio de trileros, sin arte ni engaño, pero lo pasábamos teta. Se nos sumaron Silvia e Inés (de la primera sé algo, de la segunda nada), y nos divirtíamos en la divirsión de un Tánger que parecía aburrido. Muchas tardes de Hafa, otras tantas en el Mcdo(si: a Silvia le gustaban los helados que ponían...), dejando las suelas de las "espartinas" en la Hermandad mientras jugábamos al fútbol o al chirimbolo (le reservo un post a éste deporte de riesgo) y conversaciones en las tardes de los miércoles, cuando el Coto del Instituto se abría para hacer deporte y esto servía para socializarnos, porque por el Norte del Sur como que no está bien visto lo del botellón (que ahora sirve para socializares, dicen). Allí hablamos de lo humano más que de lo divino, de esos amores que nunca llegaron con una cifra en código de encriptación solo reservada para el círculo, y de cosas que solo recordarlas se mezclan entre la sana nostalgia y la ridícula vergüenza de la inocencia presutamente extraviada en los años.
Tito se ha convertido en un abogado, y anda por las Canarias asesorando y defendiendo causas nobles, muy nobles y necesarias. Pronto Silvia también se licenciará en Derecho. No sé si Inés llegó a estudiar lo mismo que yo, porque la tía escribía cómo nadie. Y me dejó a Sam para el final.
Samir tenía la vocación de tener una cámara al hombro. Recuerdo que en el 50 aniversario del Instituto, se trajo su cámara. Yo le acompañaba, con mi libretilla en riste,haciendo preguntas a los antiguos alumnos, con Tito acompañándonos en una función parecida a la de productor, por decir algo. Y por allí aparació la hija, de nombre Inés (por qué no decirlo), de un antiguo alumno hoy convertido en catedrático con autoridad mundial reconocida. Dos preguntas al padre, las de rigor, y aqui el reporter se puso a preguntarle a la hija...como unos 10 minutos. El padre alucinando: "¿pero si él que estudié aquí soy yo?", me dijo. Risotadas de Tito y del cámara.
Pues el Samír aún no me ha dado la copia que juro darme. Vil traidor que solo él podía disfrutar con la sonrisa reproducida de Doña Inés . A mí solo me quedaba lo de soñar con recitarle al odio: "¿nos es verdad ángel de amor que en ésta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?".
Sam fue el primero de nosotros en licenciarse, en Comunicación Audiovisual, como no podía ser de otra manera. Va haciendo sus cortos que, como la sonrisa de Inés, no me ha mostrado. Llegará lejos porque, aparte de ser muy bueno, ha nacido de pie. Además tiene una compañera de viaje que le empujará a lo mejor.
Y ya llega el corto: ayer me mandó un correo: recomendándome entrar en ésta página para ver "un corto grande". A mi me ha encantado. El corto se titula Jane Lloyd. Luego me he acordado de un corto que ha colgado mi amiga Covi, que ayer no se descargaba. Recién lo he visto me he puesto a escribir éste post. Es del holandés Michael Dudok de Wit.
Entenderán al verlos éste tono meláncolico que tengo hoy. Necesetiba acordarme de lo vivido, y no me quedaban magdalenas en el armario de la cocina.

5 comentarios:

Covadonga del Peso dijo...

Me alegro mucho de que te gustara el corto. No me extraña que te haya puesto melancólico... Buenos momentos los que viviste por allá abajo. ;)

Covadonga del Peso dijo...

Ey, el corto de Lloyd no se ve. :(

Anónimo dijo...

¿Por qué cuando pienso en cortos lo asocio a algo melancólico?

Menos mal que hay otros como este que te paso...

http://www.youtube.com/watch?v=Gs_QnwszSt4&search=a%20quoi

Moeh Atitar de la Fuente dijo...

Merci, Paco. Lo veré esta noche...
Covi ya lo he arreglado...lo había puesto mal; fallo "tesnico".

Ana dijo...

Te reconozco....Con apariencia de "duro" pero con ese punto melancólico y nostalgico