miércoles, 21 de septiembre de 2005

Kate Moss



A los 14 años colgué en la puerta de mi cuarto una pagina recortada de la revista MAN con una belleza montando en bicicleta. Luego, más tarde, me enteré de que esa belleza era Kate Moss, y vendría a rivalizar primero y luego a suceder a mi favorita Claudia Shiffer.
El mundo de las modelos es lo que es. Se prima la belleza, la fachada, el buen talle confundido con delgadez extrema e incluso la edad temprana. De esta manera pocas mortales se pueden poner los modelos que lucen estas diosas de la belleza, con tallas más propias de una muñeca Barbie. ¿Saben cual es la única profesión en el Mundo desarrollado dónde la desnutrición es crónica? Pues eso.
Reconozco que me deleito mirando las modelas en la pasarela Cibeles, en la semana de la moda de Barcelona, o la última colección de Armani, uno de mis favoritos. Pero de repente, la belleza que se trasluce en nuestras pantallas, se convierte en un mundo feo, sordido, oscuro, tildado de amoral, y todo porque la chica que posaba en bicicleta ha sido pillada metiéndose una raya de coca. A mi Kate me da pena, mucha pena.
Luego viene H&M que la pone patitas en la calle porque no corresponde a la imagen que quiere dar su marca a las adolescentes. Cuanta hipocresía: resulta que, una marca que fabrica la ropa en países donde se explota a las pobres Kate Moss de turno, no puede ser representada por ésta Kate Moss cocainómana. Resulta que a las adolescentes se las preserva del mundo de las drogas, pero al tiempo se las protege de saber, ya no condenar, que la monísima ropa que visten está hecha gracias a la explotación de otras adolescentes. La marca puede explotar a trabajadores en el tercer mundo, porque como eso no se ve, no ensucia su imagen. Sin embargo una guapa Kate Moss sobre un espejo esnifando es lo peor para su imagen.
Kate, coge tu bicicleta y pedalea rápido. Quizá te salves.

2 comentarios:

Laura Barrachina dijo...

Llevo un par de días discutiendo el tema Moss en la redacción y no he sabido explicar claramente mi opinión que resulta ser exactamente la tuya. Cuánta hipocresía, por lo que H&M representa y porque cuántos directivos de H&M consumiran cocaína en el backstage de sus desfiles, y por todo lo demás. Moss es la cabeza de turco de este asunto. O acabamos con el mundo de la moda o lo aceptamos como es, y me temo que tendrá que ser la opción B. A mí me importa un pito que las modelos tengan una talla 32, yo nunca la tendré y si por eso no puedo enfundarme un vestido de Givenchy o unos pantalones de Zara, no me los enfundo. El problema está en que no a todas las mujeres les importa un pito por culpa de Givenchy, y ahí estamos todos señalando con el dedo a la cocainómana y a la gorda. Cuánta hipocresía.

Carlos dijo...

La pena de todo ello es que tengamos tan asumida la presencia de las drogas en ese mundo. Otro asunto turbio que convierte a todas estas personas en juguetes rotos antes de tiempo.