lunes, 6 de junio de 2005

Cuando la música clásica cobra sentido

Lo siento. He de disculparme porque me apasiona la música clásica. No alardeo de saber ni digo por allí que mis cds más preciados son las nueve sinfonías de Beethoven o “la muerte y la doncella” de Shubert.
La música clásica sirve, ya entrando en materia, cuando el resto de música no te llega ni te llena. Es entonces cuando una pieza es tuya. Tu construyes lo que sientes. No te tiene que llorar nadie sus penas, ni nadie te tiene que decir lo feliz que es. La música clásica es para aquellos que tienen sentimientos intensos de frustración, de amargura, de triunfo, de soledad... No estamos hablando de sentimientos sencillos, sino superlativos.
Una vez, una persona especial me dijo que lloró al sonido de un saxofón. Se encontraba mal, pero que el saxofón la llenó. No era una melodía clásica seguramente. Creo que huye de la clásica. Pero creo que sintió lo mismo que se puede sentir con un allegro ma non troppo. Hoy yo busco ese saxofón, quizá para llorar, tal vez para reír. Ni yo mismo lo sé.

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