Vacío. Dónde más se nota es que hay sitios para aparcar. No tengo coche, pero me lamento al ver, en la puerta de mi casa, hasta cinco sitios vacíos.
Madrid se queda desierto. Es una tradición de todos los agostos, y en la que yo siempre intento estar presente desde hace unos años.
Sin nadie, los bares como el Brillante echan el cierre. Durante un mes no huele a calamares refritos al pasar por delante.
En la farmacia del barrio avisan que hasta el 1 de septiembre no se dispensará ningún anticonceptivo, ningún antidepresivo, ningún gelocaltil y ningún otro tipo de droga.
Las taquilleras de los cines parecen aburrirse, y hasta les da tiempo a hacer un e
crucigrama sin tachones.
"Elija mesa", te dicen en los restaurantes que en otras fechas te reciben con la frasecilla de "tiene usted reserva?".
El mercado es un pasillo de cierres metálicos.
Carteles puñeteros con ritintín: "Cerrado por vacaciones". Quedaría más verosímil si a reglón seguido pusiera: "Jódase usted que le ha tocado quedarse".
En los baretos no hay tanto humo.
Sin tí, hilos de comunicación por el móvil.
El peluquero tampoco está; le espera mi cabellera para septiembre.
Los periódicos vienen con otros colores.
En las radios suenan otras voces.
37 grados.
Y aún así, o sobre todo así, me gusta.
PS: recomiendo lectura del post de Toño Fraguas: 'En Madrid huele a pis'
miércoles, 5 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Mucho mejor, sí. Los que además no tenemos plaza de garaje más aún. :)
El miércoles me subo a ver esto que cuentas... A ver si así le cojo un poquito de cariño a Madrid (que no a los madrileños :P).
Publicar un comentario